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La metáfora del hacha

Se dice que un joven leñador quedó impresionado con la eficiencia y la rapidez con la que un viejo y experimentado hombre de los bosques de la región donde vivía, cortaba y apilaba madera de árboles cortados.


El joven lo admiraba, y su deseo permanente era que un día llegase a ser tan bueno, si no mejor, que el hombre en el arte de cortar madera.



Un día, el joven decidió buscar el viejo leñador, con el fin de aprender con quién sabía más. Por fin, podría convertirse en el mejor leñador que esa ciudad hubiera oído nunca.


Después de unos días de aprendizaje, el joven decidió que ya sabía todo, y que ese hombre no era tan bueno como se decía. Impetuoso, desafió al viejo leñador a una apuesta: en un día de trabajo, quién cortará más árboles.


El leñador experimentado aceptó, sabiendo que sería una oportunidad de dar una lección al joven arrogante. Allá quedaron los dos para decidir quién sería el mejor.


Por un lado, el joven, fuerte, robusto e incansable, él permaneció firme, y taló árboles sin parar. Por otro, el viejo leñador que llevaba a cabo su trabajo, tranquilo, muy firme y sin mostrar fatiga.


En un momento, el joven miró hacia atrás para ver qué hacía el viejo leñador, y cuál fue su sorpresa al verlo sentado. El joven sonrió y pensó: "Además de viejo y cansado, está haciendo tonterías. ¿No es consciente que nos encontramos en una apuesta?" Así que continuó cortando madera sin parar, sin descansar un minuto.


Al final del tiempo programado, se encontraron los dos y los representantes del jurado empezaron a hacer recuento y medición. Para la admiración de todos, se encontró que el anciano había cortado casi el doble de árboles que el joven retador.


Éste, sorprendido y molesto al mismo tiempo, le preguntó cuál era el secreto para cortar tantos árboles, si una o dos veces se detuvo a mirar, y lo vió sentado y tranquilo.


Él, por el contrario, no se había detenido ni descansado una sola vez. El viejo, sabiamente, le dijo:


"Cada vez que me veías sentado, yo no estaba sólo sentado, descansando. Yo estaba afilando mi hacha!"


Esta metáfora nos recuerda simplemente que parar, pensar, reflexionar, nos puede ayudar a ser más productivos en el trabajo y felices en nuestra vida cotidiana. Esta metáfora nos recuerda que si afilamos el hacha, podemos empezar a cortar alguno de los círculos viciosos que están presentes en el ámbito personal, laboral y social.


Si yo tuviera ocho horas para cortar un árbol, pasaría seis afilando mi hacha.”

(Abraham Lincoln)



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