Una fuente importante de dificultades en las relaciones interpersonales son las emociones propias y ajenas. Todos experimentamos continuamente emociones y sentimientos, unos sentimientos los manifestamos más fácilmente que otros. Depende de la emoción misma, de la persona y del tiempo en que sucede, especialmente si se refieren a la persona que tenemos delante, resulta siempre mucho más difícil, es corriente el ignorarlas o negarlas.
La atención es selectiva con respecto a nuestras emociones: podemos fijar la atención en determinadas emociones o apartarla de ellas. La educación que hemos recibido desde pequeños probablemente nos enseñó a hacerlo.
Por ejemplo: El jefe de Daniel, no está contento con su trabajo. Por ello él se siente inferior, incompetente y resentido. En lugar de reconocer dichas emociones desagradables y concienciarlas, desvía la atención de su interior y la orienta hacia su jefe (“es injusto, rudo e insensible”). Deja sus emociones al margen, las orilla, las reprime o las racionaliza.
“Controlar las emociones propias es beneficioso para lograr nuestra felicidad y nuestra paz interior” afirma el Dalai Lama.
Ignorar las emociones o el reprimirlas no es el camino para controlarlas. Aunque tendemos a pensar que no enfrentar una emoción nos coloca en una posición cómoda, cuando controlamos y aceptamos las emociones tal y como son, nuestro nivel de ansiedad y de estrés emocional desciende. Este es el camino hacia el bienestar personal.
¿Te ha resultado interesante y útil este artículo? Si es así, te invito a visitar nuestra página para conocer nuestros servicios. https://www.impactaconsultora.com
Comments